Y ya he perdido la cuenta. Única fecha al año que intento celebrar. Primer año en muchos que consigo hacerlo como a mí me gusta: regalando un libro. Adquirido a última hora, casi sin pensarlo. Allí estaba yo, parapetada bajo la lluvia, y, a mi lado, ese título que mi plural tenía ganas de leer, y ..... bueno, el libro se vino conmigo, cómo no.
Es difícil verme en cualquier sitio sin un libro a mi vera, desde que era chiquita las historias escritas me han acompañado. Creo que todo empezó cuando mi abuela me relataba cuentos de su tierra, con aquella voz de terciopelo que sólo utilizaba para enamoriscar a sus nietos. Pasado el tiempo comprendí que había otra manera de llegar hasta la magia narrada cuando La Chaponina no estaba cerca y .... el flechazo fue absoluto, uno de esos amores que caminan con una para toda la vida. Primero fueron tebeos, luego aquellas novelas de amor que mi madre tenía guardadas en el baúl de los recuerdos y que consiguieron que ella aprendiera a leer, después las posesiones de aquel vecino que estaba encantado de que alguien mostrara interés por ellas, y, por último, el amplio mundo de las bibliotecas. Creo que leí de todo, a destiempo, seguramente a deshora, sin entender la mayoría de las veces la esencia de lo que leía, pero ... a cambio, el gusanillo de la lectura se convirtió en mi compañero.
No hay nada que me guste más que regalar un libro ya leído y manoseado, con las hojas cubiertas de mis huellas dactilares, con alguna pestaña, y, por qué no, con el recuerdo de alguna lágrima. Es el mejor regalo posible, para ofrecer y para recibir, la historia que alguien escribió con la intención de aquel que la ha leído y que se ha dejado apasionar por ella.
Cualquier día se puede regalar un libro, pero .... no sé, un día como hoy, parece que tiene otro sabor. Algún día tenía que ser como el resto del mundo y adoptar una fecha en el calendario para algo ....
Que ustedes lo lean bien, que lo disfruten y que logren que alguien lo disfrute a su lado.