13 nov 2010

Cosas que hacer mientras espero



  • Limpiar los enchufes (no es que sea complicado, pero, como antes tengo que cortar la luz y aprender a quitarlos, a día de hoy, la tarea sigue pendiente).
  • Cambiar los filtros de la campana extractora (como antes debo limpiarla, pues ... eso, sigue pendiente).
  • Bucear en el armario y desprenderme de esa ropa que jamás voy a poder volver a ponerme porque para conseguirlo tendría que subdividirme antes (mira que me da pereza a mí esta historia de los armarios).
  • Meterle mano a una carpeta que tengo en el escritorio con el maravilloso título de Cosas mías (seguramente esté equivocada, pero, desde aquí, sigo pensando que es imposible tener tantos ficheros que me pertenezcan).
  • Calzarme los zapatos de caminar y perderme por esta mi ciudad (no tengo acotación para esto, sencillamente, no tengo ni idea de por qué me cuesta tanto hacer algo que me sienta de maravilla).
  • Leer (aparece en la lista pero no debería, he superado el dramón de tener que hacerlo mientras viajo en el metro).
  • Hacer esas llamadas de teléfono que tengo pendientes desde hace meses (puede que si me pongo, acepte que me da tristeza sólo imaginarme la conversación).
  • Relajarme y mejorar mi humor (aseguro que antes sonreía muy a menudo).
  • Pasearme más por aquí (estoy en ello, estoy en ello, de verdad de la buena que sí).
  • Aprender a desdramatizarlo todo (con lograrlo un pelín, me daría por satisfecha).
Podría estirar la lista bastante más, pero, teniendo en cuenta que sólo tengo que esperar hasta el 9 del próximo mes, me parece que ya hay bastantes apartados. Eso sí, si se os ocurre algo más, ya sabéis, os dejo el bolígrafo de anotar aquí mismito.

2 nov 2010

Tres años y dos días



Existen personas únicas que se vomitan para fuera sin quedarse nada en su interior. Cuando uno está frente a ellas siente cómo se derrochan, cómo se entregan, cómo se licuan a borbotones. Da pavor observar esa hemorragia personal tan sin sentido, tan imposible de contener. El yo que les es propio desaparece entre las manos de aquellos que les rodean sin que sea necesaria palabra alguna para que se produzca dicho milagro.

Hace tres años y dos días Mario apareció por entre los muslos de su madre, sin llorar apenas, casi como pidiendo disculpas por presentarse. Desde aquel instante, todo cambió en la vida de sus dos mujeres, no porque él lo pidiera, ni lo forzara, ni lo solicitara mediante chantaje: las cosas son como son y nada fue ya como era antes.

Ha dejado atrás la lengua de trapo, es educado, sensible, divertido ... Comparte lo que tiene, acepta lo que le dan, idolatra a su hermana y dirige siempre la última mirada a su madre, antes de hacer esa travesura infantil que sabe de antemano que tendrá consecuencias. Llegó en el peor momento, pero, él no lo sabe. Esperemos que, cuando lo comprenda, mantenga la sonrisa, la caricia, la ilusión en la mirada .....