Hay días tontos y hay tardes inmensas. Tardes que se alargan, tardes tristes, tardes en las que te gustaría poder cambiar la vida, tardes en las que quisieras poder retroceder el reloj, el calendario, la historia ....
Nada de eso es posible, no queda otra, hay que acostumbrarse. Una amiga de este rincón, en tardes así, suele recomendar chocolate (cuidado, si no se es muy golosa, cambia la opción por sardinas, aviso antes de que a alguien se le ocurra mencionarle algún comentario al respecto). A mi, antes, me daba por ponerme tristona, tirarme en el sofá y rumiar, en silencio, las cosas de la mardita vida. Como ya soy mayor, esta tarde gris me he dejado mecer por la música, la mía, esa que lleva años acompañándome y que sabe amoldarse a mi esqueleto como nadie.
Os dejo una muestra ..... por eso, porque hoy, para mí, es una tarde de esas.