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23 jul 2010

Por soñar que no quede






Sería bonito acostarse cada noche sabiendo que la luna va a tejer un manto de estrellas para nosotros. Uno especial, único, indestructible, mágico. Una manta que alejara los problemas, que nos dejara soñar como cuando éramos niños, que nos evitara las pesadillas y nos cobijara ante nuestros peores miedos. Bajo esa colcha de amor podríamos dormir sin pensar en el mañana, en el hoy y en ese ayer confuso que, a veces, cuando menos lo esperamos, se presenta de madrugada y nos atenaza la respiración.

Los miedos, de niña, me llegaron de repente. No sé por qué, me han contado mil razones pero ninguna me convence del todo. Sólo recuerdo que un día concreto, al acostarme, no podía dormirme, cuando cerraba los ojos mil pesadillas me recorrían por completo. En el armario había sombras, en el salón se escuchaban ruidos, la terraza era un almacén del terror y, cuando ya no podía aguantar más el miedo, salía corriendo y me escondía en la cama de mis padres. Así estuve años y años hasta que mi niña chica comenzó con sus estados de sonambulismo extraños  y ... lo demás dejó de tener importancia. Creo que me daban más miedo sus fantasmas que los mios y por eso superé mis pesadillas.

Después, con el paso del tiempo, he tenido momentos y momentos. He sido insomne total, he paseado de madrugada por las calles buscando el cansancio, he tecleado y tecleado sin parar, pasando de noctámbulo a madrugador sin importarme los horarios, hasta que, junto a mi plural, hallé la tranquilidad. Una paz siempre relativa, de cuando en cuando todavía me asaltan fantasmas que no puedo explicar pero que son tan reales que pueden provocar el pánico ajeno, aunque sólo sea por observar los efectos que tienen en mi persona.

Ahora, hay días, hay momentos en los que, estando despierta, creo estar rodeada de fantasmas. Es la única explicación que le encuentro a tanta tozudez, a tanta incoherencia, a tanta fantasía lúdico festiva como la que tengo el lujo de vivenciar(*) estas últimas semanas. ¿Será el calor? ¿La crisis? ¿La edad? .... Como cuando era pequeña, soy incapaz de encontrar una razón a tanto exceso y las explicaciones que oigo no me sirven. Sólo espero no tener que ser testigo de algo más irreal todavía, algo que aún me provoque más miedo, para superarlo.



(*) Tal palabro no existe, lo sé. Pero he tenido que inventarlo porque no hay ninguno capaz de expresar esa sensación de vivir circunstancias irreales que se supone que no deben afectarte porque no estás incluida pero que te agarrotan la existencia.

17 jul 2010

Un brindis ....





... por los amigos, esos que están siempre a tu lado, que te comprenden, que te quieren, que te respetan, que te aceptan tal y como eres, que te tienen en un lugar del corazón al que nadie más puede llegar y del que, venga quien venga en el futuro, no te va a poder echar jamás.

Un brindis por las personas sinceras, esas que te quieren hasta el punto de decirte lo que piensan, en el instante preciso, en el momento justo, cuando más lo necesitas y cuando nadie más se va a atrever a hacerlo. Por esos que te miran el culo y te recomiendan cambiar la opción del vestido elegido, por mucho que te guste y por muy bien que tú te veas ante el espejo.

Un brindis por los amigos de los amigos, esos que entran en tu vida por la puerta pequeña y se quedan para siempre, porque te sonríen con dulzura, porque te aprecian porque le estiman al otro, porque sólo por el brillo que generas en su mirada son capaces de valorarte, aunque no te conozcan de nada. Porque te dan el tiempo justo, ni mucho ni poco, porque no te agobian, porque te tratan con soltura, porque no les importa que te pongas nerviosa, porque lo entienden todo, porque no esperan nada ya que nada les importa, salvo que aquel que te acompaña y que forma parte de su vida sonría, a tu lado, como no ha sonreído junto a nadie.

Un brindis por todo aquel que ha sabido mirarme desde los ojos de mi plural, sin importarle en absoluto que la imagen que veía reflejada se correspondiera o no con aquella que tenía prefabricada de antemano. Por aquel que no se ha guardado nada, que no me ha hecho pagar nada del pasado, que no ha puesto en mi boca palabras que jamás he pronunciado, por ese que, si no ha entendido algo, me ha permitido la pausa para explicarlo, y, ante todo, que ha sabido ser, de verdad, y no sólo de palabra, un amigo de quien se decía ser amigo.

Van cuatro .... mi tope son tres, y, eso, si he comido en abundancia. En días como el de hoy uno lamenta no tener bien surtido el mini bar, haberse transformado en alguien demasiado políticamente correcto y, ante todo, se apena de haber perdido los arrestos que antaño le hacían ser etiquetado como un asocial. Porque hay días y días, y, hoy, de verdad de la buena, me hubiera gustado que hubiera aparecido mi vena macarra, esa que me gesté en la adolescencia, y haber dejado que se escuchara ese vocabulario sucio que constituyó durante lustros mi diccionario particular.

Un brindis (sí, ya lo sé, van cinco, pero, ni mañana, ni al otro,  ni al otro, tengo que madrugar ni fichar en ningún sitio) por poder decir, con la boca bien grande, que no tengo amigos, porque, prefiero mil veces tal verdad que andar jugando al tirachinas, como cuando éramos enanos y el futuro se reducía al día siguiente. La palabra amistad es algo demasiado importante como para escucharla en boca de determinados seres. He dicho. Y, ahora, voy a seguir brindando .... seguro que encuentro muchas razones más para no parar en lo que me resta de día.



Amistad: Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Amancebamiento. Merced, favor. Afinidad, conexión entre cosas. Pacto amistoso entre dos o más personas. Deseo o gana de algo. Personas con las que se tiene amistad.

26 may 2010

Patito feo


Como todos hemos sido niños no será necesario que empiece por el principio. Porque siempre hay un inicio para todo, aunque, a veces, como sucede en este caso, nos lo podemos pasar y entrar de lleno en el siguiente capítulo. Ese en el que ya somos grandes, adultos, maduros y, se supone, conscientes de nuestras actuaciones.

Hablemos de un niño, bueno, de un chaval que, por edad, se encontraría en plena adolescencia pero, por su situación especial, es y seguirá siendo mientras viva una criatura. Digamos que se llama Lluis, nos facilitará el relato utilizar este nombre ficticio, y aclaremos que casi no puede hablar, hace gestos raros y ... le encanta que le acaricien. Si eres afortunado, alguna vez, muy raramente, te dará un abrazo, pero, eso, sólo si tienes mucha suerte. Por lo general se limita a acercarse, rozarte y esperar a que le mimes durante todo el tiempo que sea posible. Lluis tiene unos padres que le cuidan y educan y una hermana más pequeña que, a estas alturas, ya es mucho más mayor que él, mucho menos extrovertida y, por qué no añadir el detalle, realmente preciosa. Lluis es un niño feliz, sus padres suelen llevarle siempre a lugares conocidos, sitios en los que son habituales y el entorno les entiende y respeta. Pero ...

De cuando en cuando, hay extraños. Y hay veces que esos extraños tienen a su vera extrañitos, seres chiquitos, niños juguetones que están aprendiéndolo todo y que miran a su alrededor queriendo saber los por qués de todas las cosas. Una criatura como Lluis es un foco de atención increíble cuando de seres pequeños estamos hablando. Es tan distinto que resulta imposible no observarle. La situación no suele pasar a mayores porque, claro está, los responsables de los chiquillos suelen actuar enseguida y reprimen a sus criaturas, explicándoles, de manera que puedan entenderlo, que Lluis está malito, que es diferente, que no deben mirarle fijamente porque le harían sentir incómodo. No obstante ....

Existen responsables a los que deberían quitarles el carné de padres. Por no saber estar, por no fijarse en sus pequeños, por no molestarse en mirar un poco más allá de su plato, por permitir que diez chiquillos señalen, se rían y se queden plantados ante alguien como Lluis, igual que si estuvieran en el circo. No es que a Lluis le importe, él pasa de esas cosas, pero junto a él está siempre su preciosa hermana, que sí escucha, ve, siente y padece, y, como no, sus padres, que, finalmente, optan por irse mientras acarician las cabezas de sus dos pequeños.  

Y, ahora, sí puedo volver al principio. A esa edad en la que no todos hemos sido objeto de burlas por ser el patito feo de la clase pero sí hemos sido espectadores de cómo el resto increpaba a aquellos que habían tenido la desgracia de ser diferentes, más altos, más bajos, más gordos o más delgados. Y, si  volvemos a aquella época, recordaremos fácilmente lo que dolía, lo duro que era, lo mal que lo pasábamos en esa situación. Es tan fácil cambiar esa dinámica que resulta odioso darse cuenta de que, pese a los años transcurridos, los humanos no evolucionamos nada. Es una simple cuestión de educación, el niño aprende lo que le enseñan, si le explican las diferencias las acepta sin más, igual que aprende a leer, a escribir, a saber que todo en la vida no es jugar. Educación .... simple educación. Pero, claro, para eso hay que tener ganas, hay que esforzarse y ... sonará duro, pero, estoy convencida de que es la realidad: hay que tener humanidad, en el verdadero sentido que tal palabra tiene.

El patito feo que fui y el recuerdo de cada herida aún en proceso de cicatrización no me han permitido dejar de vomitar estas palabras .... Espero que me lo perdonéis.

6 ene 2010

Naturalezas




Dicen que cuando uno pide muy poco se suele quedar con nada. Dicen que hay que solicitar en exceso para obtener algo de lo mucho que se desea. Dicen que primero hay que pensar en uno mismo sin esperar encontrar en otro lo que necesitas. Dicen, dicen, dicen...




Tal vez, con la edad, aprenda. Puede que cuando sea una ancianita, modifique mi forma de actuar, pensar y sentir al respecto. De momento, conservo esa mala educación recibida que me lleva a ofrecerme a manos llenas sin pensar si los demás entenderán o no el gesto. Es mi naturaleza, le dijo el escorpión a la rana, ¿no?




Lo único especial que para mí seguía teniendo este día antaño mágico era escuchar la voz de mi sobrina recién levantada, con la legaña puesta y con el grito brillante en la garganta. Sólo por eso merecía la pena soportar las famosas fiestas, los floripondios en cada esquina, la música navideña y demás fanfarrias de estos días. Este año no ha podido ser, otra cosa más que apuntar en el debe de la vida. Y conste que había comenzado el año con ganas, ¿eh?. Sois testigos de ello: pintando con colores los nuevos días. Pero ... es lo que hay, no vale la pena lamentarse por ello.




Me podría tirar de los pelos, pero, dada mi larga cabellera, acabaría estirando las pocas neuronas que me quedan, y, la verdad, los tiempos no están para eso. Mejor tragarse la bilis, de un sorbo, y esperar que el mañana nos ofrezca algo con lo que sonreír, como dice mi plural, tenemos amor de sobra (un poco de pastelazo, de cuando en cuando, no está mal), y comiditas ricas que degustar (las que hace él, claro, yo sólo entro en la cocina para fregotear).




A todo esto ..... ¿mañana ya es un día normal, no? Pues eso, que ustedes lo disfruten.










11 dic 2009

...




Algún día creceré de verdad, maduraré y ... ¡seré la hostia!


Las cosas no importantes dejarán de afectarme, me tomaré a guasa cada gilipollez vital, me la sudará lo que diga el tonto de turno y seré capaz de reírme de lo que en el presente me pone de los nervios.

Algún día me brotará una sonrisa en lugar de un acceso de ira; tanguearé con gracia en lugar de embestir de frente; lidiaré a los miuras como si de mininos se tratará; me reiré de mi sombra y pareceré tan políticamente correcta siendo irreverente que la piel se me desnudará de gozo.

Algún día diré eso de ahí te quedas, pero, con guasa, sin que la vida se me vaya en ello; me descalzaré estos zapatos antiguos que aprietan y adquiriré unos mocasines suaves que me permitan deslizarme sin ruido y sin dejar huella; desconectaré de todo lo que no es importante, que es tan poco, y … seré Verónica a secas.


Sin apellidos, sin pasado, sin prestaciones antiguas y sin promesas debidas. Algún día … lo único que espero es que, cuando llegue ese momento, no pierda todo lo bueno que me define, que me hace ser quien soy y que, pese a todo, hace que me reconozca en cada latido.



3 nov 2009

Uno de esos días ...





Si, uno de esos días, tontos, pesados, largos .... de esos que no se acaban nunca y en el que te haces a la idea de que nada bueno va a acontecer. Uno de esos en los que a media mañana te dices lo de debería haberme quedado en la cama; te dan ganas de mandar unas cuantas veces a varios a la mierda y tienes que refrenarte para no darles la razón a aquellos que piensan que de políticamente correcta no tienes ni el nombre.

Uno de esos, simplemente. Que hay que soportar pero que se acaban olvidando con una buena ducha y una aún mejor compañía (de la que hoy carezco, además). Uno debería poder evaporarse, en días así. Desaparecer, sin más, y no ser visible hasta veinticuatro horas después. En un mundo ideal, uno podría conseguirlo. No en éste que habitamos, claro. Aquí hay que apencar con las rarezas vitales, las propias y las ajenas. Y con la mala suerte, con esa que lleva siempre a que la tostada caiga del lado de la mermelada, con esa.

Si, además, a última hora de la tarde, aquella que ya no es ella te lanza uno de sus comentarios involuntarios cargados de no sé qué, la cosa se complica. Como me he hecho mayor, respiro mil veces, sonrío y ... contesto desde ese lugar que duele, pero, no lo parece. ¿Ironía? No, creo que he llegado al cinismo. Mala cosa, de veras. En mi caso, vale más que me enfade, que explote, que deje salir la polvareda ... Si me la dejo dentro, tarde o temprano, se transforma en bilis y es capaz de enlodar al más próximo y menos culpable (pensándolo mejor, menos mal que hoy carezco de compañía).

Voy a descalzarme, darme una larga ducha y olvidarme de todo .... hasta mañana. Que no es que pinte mejor, pero, por lo menos, estaremos ya hablando de eso, de mañana.