¿Qué no? ¿Es que carecéis de olfato? Los años nuevos huelen a cosa recién empezada, a inocencia, a todo es posible, a tal vez tenga remedio, a esta vez puede que sea, a novedad.
Os estaréis preguntando: ¿y a qué huele el año que se va? Tendréis que poner un poco de vuestra parte, el olor de cada año que finaliza depende del valor que haya tenido para cada uno en particular. Para algunos afortunados olerá a talco, a leche materna, a eructo infantil; para otros, a cambio existencial, boda, separación, viraje profesional, ciudad nueva o incluso país diferente; estarán los que sientan que no ha cambiado nada, trescientos sesenta y cinco días después; también habrá quien se sienta hundido y esté en una situación de la que no sepa como salir; podemos acordarnos de aquellos que viven tan pagados de sí mismos que no notan el paso de un año y otro porque la única diferencia es que, cada día que pasa, se ven mejor ....
En mi caso estoy ante una mezcla total de olores: se va un año malo, con olor a rancio (ciertas personas generan ese aroma nauseabundo a mi alrededor); a dolor (por lo que no pudo ser); a superación (por la aceptación de lo inevitable); a pérdida (sigo teniendo un baño pendiente y lo tendré cada vez que esté frente al mar); a sonrisas infantiles (las de mis dos sobris en progreso continuo); a ya no puedo más y aquí me bajo seguido de aquí me quedo como que me llamo Verónica; a descubrimientos varios (el de todos y cada uno de los nuevos que aparecéis por aquí siguiendo mi rastro y el hecho de que permanezcáis los antiguos que es algo que me llena de alegría); a los mimos constantes de mi plural a diario; a las lágrimas de mi niña chica seguidas de alguna que otra sonrisa intermitente; a hospital (porque ha seguido tocando) ...
Como decía, un año malo que deja paso a una total incógnita en el siguiente. Un cambio brusco, después de mucho tiempo sabiendo hacia dónde se iban a dirigir mis pies cada día laborable, dentro de apenas unos meses me quedaré mirando al horizonte sin saber qué va a ser de mi (probe). Un cambio de esos que asustan pero que llevaba mucho esperando, que será para bien, seguro, pese a que con el tiempo puede que me escuchéis llorar desconsolada por las esquinas de este rincón. A los cuarenta y dos y de mudanza profesional ....¡hay que joderse!
Éste que va a comenzar en un instante será el año, además, en el que pueda mantener una conversación de tú a tú con Mario, sin utilizar a su madre o hermana como intérpretes; en el que, tal vez, pueda escaparme unos días sin tener que deshacer las maletas antes de haberlas cerrado; en el que sean más los días que sonrío que aquellos en los que mantengo un rictus en los labios; en el que vuelva a verme estupenda y no esté haciéndome a este cuerpo extraño que ha ocupado mi anterior fisonomía; en el que, sobre todo y ante todo, sonría, sonría, sonría ....
¡Merece la pena celebrarlo! Y, como con todo lo que está cayendo estos días, no creo que pase nada porque me pegue un bañito: va por ustedes, compañeros. ¡Qué tengamos mucha suerte! (o, como decía alguien de quien nunca me olvido: que tinguem sort, que trobem tot el que ens a mancar ahir).